“YHVH” Con estas letras consonantes del idioma hebreo antiguo se escribe el nombre de Dios, no se usaban vocales como en nuestro idioma.
Con este nombre, Dios se dio a conocer a Moisés en la zarza ardiente que no se consumía: Yo seré el que seré.
El hebreo devoto considera el nombre del Eterno: Santo y Digno. Ellos consciente que no se puede usar el nombre de Dios en vano (Levítico 23) prohibieron pronunciar el nombre del Eterno en público (año 400 ac) y cuando se tradujo la Torah a la Septuaginta (Biblia de los 70), solo se escribió al idioma griego el nombre de hebreo Adonai (gr Kyrios), el cual significa Señor (año 300 ac)
En el siglo I todo nacido hebreo sabía acerca del impronunciable nombre santo y digno de Dios. Este es el tetragrámaton YHVH que significa «Yo seré el que seré» o «Yo soy el que soy». Este nombre es un verbo que significa SER que revela AUTO-EXISTENCIA: Yo fui, Yo soy y Yo seré.
Los sabios hebreos que se habían impuesto no pronunciar el nombre de Dios, excepto solo una vez al año en la fiesta de expiación, mencionan que estas consonantes son y se oyen como la respiración en el diafragma humano.
Así que, el recién nacido pronuncia el nombre de Dios al respirar, pero aquel que muere ya no puede pronunciar el nombre de Dios.
Algunos quizás conocen una canción “Tu eres mi respirar”, según el Salmo 50:6 todo lo que respira alabe el nombre del Señor, así que el nombre de Dios es el aliento de vida.
En el siglo I nació Jesús que a la edad de 30 años hizo 7 declaraciones:
· Yo Soy la pan de vida
· Yo soy la luz del mundo
· Yo soy la puerta
· Yo soy el buen pastor
· Yo soy la resurrección y la vida
· Yo soy el camino, la verdad y la vida
· Yo soy la vid verdadera
Esto es una revelación de la gloria de Jesús, el Cristo.
Estas palabras no son para aquellos que son engendrados por la sangre, ni de voluntad de la carne, ni voluntad de hombres, sino por voluntad de Dios, para aquellos que han recibido el derecho de ser hechos hijos de Dios, que han nacido de arriba y respiran el aire puro del Espíritu.
Juan declara en el Espíritu: Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros ( y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.
Juan 1.14
Jesús dijo: El Espíritu es el que da vida, la carne para nada aprovecha. Las palabras que yo os he hablado son espíritu y vida.
Todas estas palabras pertenecen al reino del Espíritu y no a la carne, es decir, la carne no comprende, no puede recibir, no puede creer, no puede conformarse, no se sujeta al Espíritu.
Así que estas palabras revelan realidades de las riquezas de Cristo a lo cual solo tienes acceso por la fe y son recibidas en tu espíritu, porque son palabras diseñadas y alienadas para la nueva naturaleza que te fue impartida por el Espíritu de Hijo. En otras palabras, tú ahora estás viviendo el postrero Adán, aquel que Pablo describe como «Espíritu Vivificante» o «Espíritu que da vida».
Aquellos hombres del siglo I y el siglo XXI que oyen su voz y lo ven tal como él es son transformados por el poder de su persona, palabra y presencia, pero aquellos que lo rechazan no lo pueden recibir ni creer, porque la carne es un velo de incredulidad que juzga según criterios humanos e impide que los hombres puedan entrar en esta nueva realidad del reino del Espíritu.
La carne para nada quiere recibir, en cambio el espíritu siempre está dispuesto.
Aquellos que están vivos en el espíritu pueden respirar, pero los que aún no nacen y los muertos no pueden hacerlo.
Jesús dijo: Reciban el Espíritu Santo, y sopló sobre ellos.